Plaza de Porto Covo. |
Un lugar tranquilo, calmado, blanco y azul, entre el secarral del Alentejo y el Atlántico, donde las puestas de sol son las más bellas de Europa (lo siento, Ibiza) y la vida discurre lenta, como un río cercano a su desembocadura, sin prisa por llegar al mar.
Hace más de veinte años que paso allí tanto tiempo como puedo. Es un bálsamo contra la ciudad moderna, la prisa, la falta de espacio .Los horizontes son allí interminables. Hacia el oeste, el océano, interminable, orlado de alguna de las más bellas playas vírgenes, posiblemente las últimas de Europa de tal extensión. Hacia el este, la infinita planicie alentejana, dorada en verano, llena de vida sin embargo, y el resto del año, verde, salpicada de alcornoques y montes suaves.
Situada sobre un acantilado, sus calles se deslizan suavemente hacia el mar, hacia el borde de las falesias, bajo las cuales, en hermosos anfiteatros se acogen sus playas de agua fría y arena blanca.
En la plaza, monumento nacional, hermoso ejemplo de arquitectura popular pombalina, se concentra la vida de la aldea. En ella, está el restaurante Marqués (el de Pombal, claro, como todo en Portugal), una marisquería para celebrar la cercanía del mar. Las nécoras, los bueyes de mar, bogavantes, langostas, y el pescado más fresco son la base de la carta. Del servicio no debo hablar. El propietario, Ismenio Oliveira y su familia son buenos amigos, así como la mayor parte del personal, por lo que no puedo ser objetivo, aunque intentándolo, la atención es excelente. Para no perdérselo.
También hay una heladería cafetería del mismo nombre y la misma propiedad, y un bar de copas, el 31, que invitan a estar relajado en sus terrazas, que pueden estar la mayor parte del año montadas, tomando un plato combinado, un helado o una copa, mientras nos adentramos en la noche con más estrellas que he podido ver.
A pocos pasos, podemos comprar prensa y revistas, nacionales y extranjeras, con una salvedad. Los periódicos españoles, llegan con un día de retraso, Tal es la tranquilidad del Alentejo, que te permite leer las noticias del día anterior en primera plana.
El resto del pueblo es más tranquilo, calles estrechas, la principal, peatonal, para pasear tranquilo, y en ella mirar algún escaparate, de un par de tiendas, algunos locales de recuerdos, un poco horteras, todo hay que decirlo, y algunos restaurantes más que merecen mención. Principalmente la pizzería la Bella Vita, propiedad de una holandesa que sirve exquisita comida italiana, O Pescador, una casa de comidas de excelente calidad en comida típicamente alentejana (no perderse su choco frito, espectacular) y Zé Inacio, restaurante con hotel barato pero más que digno, en el que suelo comer. Recomiendo vivamente su balalhau com natas. Inmejorable. Las materias primas, excelentes, pescados fresquísimos y gran servicio.
Para finalizar, y también en la plaza Marques de Pombal, dos locales adyacentes, O Torreao, del bueno de Joaquim, buena comida, no, lo siguiente y buen precio, y de su yerno Marco, A de Patricia, menos comercial, pero donde por poco dinero, se come de lujo. La carta es breve, pero la comida excelente.
Por favor, que no vaya nadie. Porto Covo es un refugio secreto.