domingo, 16 de junio de 2013

Porto Covo

Plaza de Porto Covo.
Porto Covo es una de esas pequeñas delicias que, a pesar de que escribo sobre este pequeño pueblo de pescadores, no querría que nadie más conociera.
Un lugar tranquilo, calmado, blanco y azul, entre el secarral del Alentejo y el Atlántico, donde las puestas de sol son las más bellas de Europa (lo siento, Ibiza) y la vida discurre lenta, como un río cercano a su desembocadura, sin prisa por llegar al mar.
Hace más de veinte años que paso allí tanto tiempo como puedo. Es un bálsamo contra la ciudad moderna, la prisa, la falta de espacio .Los  horizontes son allí interminables. Hacia el oeste, el océano, interminable, orlado de alguna de las más bellas playas vírgenes, posiblemente las últimas de Europa de tal extensión. Hacia el este, la infinita planicie alentejana, dorada en verano, llena de vida sin embargo, y el resto del año, verde, salpicada de alcornoques y montes suaves.
 Situada sobre un acantilado, sus calles  se deslizan suavemente hacia el mar, hacia el borde de las falesias,  bajo las cuales, en hermosos anfiteatros se acogen sus playas de agua fría y arena blanca.
En la plaza, monumento nacional, hermoso ejemplo de arquitectura popular pombalina, se concentra la vida de la aldea. En ella, está el restaurante Marqués (el de Pombal, claro, como todo en Portugal), una marisquería para celebrar la cercanía del mar. Las nécoras, los bueyes de mar, bogavantes, langostas, y el pescado más fresco son la base de la carta. Del servicio no debo hablar. El propietario, Ismenio Oliveira y su familia son buenos amigos, así como la mayor parte del personal, por lo que no puedo ser objetivo, aunque intentándolo, la atención es excelente. Para no perdérselo.
También hay una heladería cafetería del mismo nombre y la misma propiedad, y un bar de copas, el 31, que invitan a estar relajado en sus terrazas, que pueden estar la mayor parte del año montadas, tomando un plato combinado, un helado o una copa, mientras nos adentramos en la noche con más estrellas que he podido ver.
A pocos pasos, podemos comprar prensa y revistas, nacionales y extranjeras, con una salvedad. Los periódicos españoles, llegan con un día de retraso, Tal es la tranquilidad del Alentejo, que te permite leer las noticias del día anterior en primera plana.
El resto del pueblo es más tranquilo, calles estrechas, la principal, peatonal, para pasear tranquilo, y en ella mirar algún escaparate, de un par de tiendas, algunos locales de recuerdos, un poco horteras, todo hay que decirlo, y algunos restaurantes más que merecen mención. Principalmente la pizzería la Bella Vita, propiedad de una holandesa que sirve exquisita comida italiana, O Pescador, una casa de comidas de excelente calidad en comida típicamente alentejana (no perderse su choco frito, espectacular) y Zé Inacio, restaurante con hotel barato pero más que digno, en el que suelo comer. Recomiendo vivamente su balalhau com natas. Inmejorable. Las materias primas, excelentes, pescados fresquísimos y gran servicio.
Para finalizar, y también en la plaza Marques de Pombal, dos locales adyacentes, O Torreao, del bueno de Joaquim, buena comida, no, lo siguiente y buen precio, y de su yerno Marco, A de Patricia, menos comercial, pero donde por poco dinero, se come de lujo. La carta es breve, pero la comida excelente.
Por favor, que no vaya nadie. Porto Covo es un refugio secreto.

domingo, 12 de mayo de 2013

La duna de Pyla.

La duna desde el interior.
 
La primera vez que ví la duna, me asaltó el deseo irrefrenable de escalarla. En verano, hay unas escaleras que lo falicitan, pero en invierno, no llegué a la cima. Enterrado hasta más arriba de los tobillos, ascender se convirtió en un suplicio.Los pulmones me ardían, y pese al frío, sólo conseguía que me dolieran, sin llevar oxígeno a mi cuerpo jadeante. Cuando conseguí llegar a lo que creía la cumbre, me dí cuenta de mi error.Aun quedaba, pero pude observar los bosques de las Landas de Gascuña, la bahía, el Cap Ferret, y su visión me animó a intentar seguir. Y subí, pero sólo hasta un segundo nivel desde el que aún no se veía la cima, sólo más subida.Las botas pesaban como si fueran de plomo y me detuve. Aquellas arenas que avanzan hacia el interior cuatro metros anuales, comiéndose todo, bosques de pinos, carreteras, casas,tambien a mí me devoraban.
Comencé a descender, esperando que en verano, ayudado por las escaleras, podré llegar arriba del todo.


La bahía desde la duna.





 

lunes, 29 de abril de 2013

Navegando en la bahía de Arcachon. Fotos.

A vela entre los campos de ostras.


Las Cabanes Tchaqueés.


Aprovechando el viento.

La Pinasse, la embarcación típica de la bahía.

 

domingo, 28 de abril de 2013

Sábado.

La mañana se levanta mejor de lo previsto, pero peor de lo deseado. El día es claro, pero apenas tibio.Ojalá la temperatura fuera algo mayor. En cualquier caso, no había esperanzas de playa, y no hace calor para pasear, con sólo un jersey.
Unas pequeñas compras ya previstas, en el comptoir de la mer (www.comptoirdelamer.fr), unos almacenes de las cofradías de pescadores, donde comprar  accesorios de pesca, de navegación, moda nautica, decoración naval, artículos para barco, de recreo o no, latas de conserva, sopas de pescado....
Tenía antojo de una vareuse, la prenda típica de los pescadores y criadores de ostras del Atlántico francés, y la compré junto con otras prendas y chorraditas nauticas varias.
Despues, un paseo largo por el Parque Pereire. Los hermanos Pereire, Emile e Isaac, financieros que crearon en 1852 la Compagnie des Chemins de Fer du Midi, la línea férrea que unió Burdeos y la

El Parque Pereire, bordeando la bahía.
 
Teste de Buch, línea que prolongaron hasta Arcachon en 1857. Para rentabilizar la inversión, compraron sesenta hectáreas de bosque, donde hoy se asienta la "Villa de Invierno", un sanatorio a cielo abierto, donde el aire yodado del mar y el aroma de los pinos, mejoraran la salud de los ricos bordeleses. Les vino Dios a ver cuando el rey Napoleón III pasó allí sus vacaciones en 1859 y 1863, arrastrando fortunas y nobleza, que en Arcachon construyeron suntuosas mansiones donde veranear.
En su honor, un extenso parque a orilla de la bahía, hoy lleva su nombre.
Es una hermosa zona de playa, donde los pinos llegan a la arena, creando un ambiente fresco y relajante.Paseos pedestres y ciclovías lo recorren ofreciendo un area de esparcimiento fabulosa. Además, restaurantes, cafés y terrazas donde tomar algo cierran un círculo de placer, difícilmente superable.
Aprovechando la tesitura, comí en el restaurante Cap Pereire (www.restaurantcappereire.com), que recomiendo más por el restaurante en sí que por la comida, que siendo muy buena, no lo es tanto como en otros de la zona.En cualquier caso, el almuerzo fue no tan descansado como hubiera deseado, no sólo por poder disfrutar con el necesario tiempo del excelente burdeos que acompañó a la carne, y del postre, un café gourmand que recuerdo con deleite, si no que las mareas de la bahía hacen que navegar tenga hora tasada y había que salir al mar.
En la siguiente entrada, pondré unas fotos del paseo por la bahía, la isla de los pájaros, la duna de Pyla y el banco de Arguin.

El viaje.

Salgo más tarde de lo esperado hacia Francia. Lo único bueno que encuentro de los cambios a horario de verano, es que la luz dura más, y dado que suelo viajar en coche tarde, me anima las primeras horas del viaje.
Hasta Burgos, es un paseo, muy habitual para mí y la autovía se encuentra inusualmente despejada. Lerma, desde la carretera está precioso.Siempre miro la casa de la familia de mi amigo Ramón, junto a la antigua tejera que poseían.Aunque estuviera aparcado  la puerta, ya no vería el Touareg de su padre. El parador  y la iglesia destacan sobre el caserío y el Arlanza baja crecido.Un año lluvioso lo ha desparramado sobre sus orillas.
Treina kilómetros más tarde, el hotel Landa, a mi izquierda, me sirve de despedida al trayecto común y me dirige hacia otro que hace años no tomo. Ya no veo Vitoria, pequeña y lejana desde la autopista, y el sol ya ha caído del todo.En Mondragón (Arrasate) reposto. Felicidades a Repsol por su personal, encantador.
El maravilloso paisaje vasco, horadado por incontables túneles que acortan las distancias, no me permmite ver la costa que más me gusta de España. Motrico, Zarauz, Guetaria, quedan tapadas por las montañas y sólo puedo ver Orio, por debajo de la autopista,la desembocadura del río Oria y el Cantábrico, donde compiten las traineras y donde los oriotarras pescaron la última ballena franca en 1901.
Enseguida, Francia. Y enseguida, Pau, iluminada en la lejanía, desde el puente del río Gave. Hermosa y pequeña ciudad, donde los hermanos Wright fundaron la primera escuela de vuelo del mundo, rural y donde, sin darte cuenta, pasas de las montañas españolas a la planicie francesa.
Mi esperanza de un viaje placentero, se frustra. Hay obras en la autopista, y gran parte del trayecto en Francia es más lento y difícil de lo esperado. Aún así, no constituye un gran problema y al empezar a ver carteles con la indicación Bassin de Arcachon es un estimulante para hacer más breve el tiempo.Por fin, me desvío hacia Arcachon, y cerca de la Teste de Buch, comienzan las rotondas que recuerdo como algo cercano al destino. Gujan-Mestras, Pyla,las salidas hacia lugares conocidos, y por fin hacia el barrio de el Aiguillon, la ciudad de Otoño. Arcachon.
El hotel le Nautic (www.lenautic.fr) es el destino final, donde dormir y reposar, tras llegar a las dos y media de la mañana. El personal, siempre agradable, y la posibilidad de llegar a cualquir hora de la noche, junto con su ubicación y precio, hacen que repita este hotel.
Ya continuaremos...

jueves, 25 de abril de 2013

Las cabanes tchanquees

Una de las postales de Arcachon y su bahía son, sin duda, las cabañas zancudas, las cabanes tchanquees, en gascón.
Se usaron hace tiempo para vigilar los campos de ostras y hoy son un atractivo turísticos. Situadas en la Isla de los Pájaros, en mitad de la bahía, quedan en medio del agua durante la pleamar, pudiendo acercarse los barcos de poco calado casi hasta ellas.Sólo quedan dos, que en la actualidad están protegidas.
Las cabanes tchanquees.
 
Diariamente, hay barcos para turistas que se acercan a ellas aprovechando las mareas altas, y, la verdad. constituyen una curiosidad.
A vela hasta las cabañas.

martes, 23 de abril de 2013

La bahía.

La bahía de Arcachon es un lugar muy recomendable para todos aquellos que disfruten de los deportes náuticos.
Navegar a vela es una afición extremadamente extendida, a pesar de la dificultad que las mareas ofrecen, dejando islas y bancos de arena extensos al descubierto, lo que obliga a navegar por los canales que deja el mar durante las mareas bajas y a incrementar el cuidado con ellas altas, ya que hay inmensas superficies de siembra de ostras que quedan semisumergidas.

A vela en la bahía de Arcachon.


Le Canon, Cap Ferret.
Ha pasado lo que me temía. He vuelto a Arcachon y al Cap Ferret.No puedo evitarlo, me encanta, me siento bien allí.Es delicado, discretamente lujoso, se come bien, la gente es agradable, típico. No sé si se puede pedir mucho más.
En esta ocasión, el medio de transporte elegido ha sido el coche, y a pesar de las obras en la autopista, que es de agradecer, al menos, ya que está en obras, que no la cobren, el juego ha sido mayor que en avión a Burdeos y luego alquilar un coche. Al final, tardas por el estilo, pero te paras donde quieres, ves el paisaje y puedes comprar algún recuerdo de más ( léase vino de Burdeos, alguna caja).

Con mejor tiempo que la última vez, bueno, la primera, hay bastante más gente, más ambiente y disfrutas de horas de sol extra, que vienen bien. Puedes navegar, aprovechando las mareas y el viento, comer o tomar una cerveza en una terraza y ponerte ciego de ostras, excelentes y tan baratas.
Aprovechar tambien para visitar alguno de los puertos de las villas ostrícolas y tomar un aperitivo a
El ayuntamiento de Arcachon.
base de las consabidas, langostinos y vino blanco, seco ,fresco, delicioso. Os iré contando.

lunes, 14 de enero de 2013

Jabalí salteado con hongos.

Gracias, Abraham García.
Como hoy me ha dejado, pero sólo esta foto, la subo. Ya habrá más, pero de momento, id disfrutando.

San Vicente de la Barquera.

La familia es la familia, y aunque en Enero, los encantos de esta villa marinera son menores, he estado este fin de semana.
Tras un mes de tiempo tropical (tropical cantábrico, se entiende), este fin de semana ha hecho un tiempo asqueroso (asqueroso no cantábrico, tambien se entiende.).
La temperatura era buena, pero lloviznaba, a ratos, algo más, hacía viento y colgaba sobre nosotros la espada de Damocles de volver bajo unas nevadas que la televisión prometía legendarias. Como todas las leyendas, al final, ha quedado en nada, o casi.
Cenamos ayer en el restaurante Boga Boga, una institución barquereña,donde Toñín y familia, todos lo son, atienden de lujo con una cocina sencilla, honesta, típica, extraordinaria y ayer, por vez primera, creo que cara. Cenamos muy bien, pero no tanto como otras veces y el precio me pareció desorbitado. No importa, volveré, como siempre hago cuando voy a San Vicente.
A decir verdad, tampoco había muchas opciones, casi toda la hostelería en Enero, cierra y aprovecha para unas merecidas vaciones, aunque el restaurante Las Redes, cierra mucho más tiempo y empiezo a creer que sus vaciones no son tan merecidas.
Vinitos antes de cenar en el mesón El Marinero, y hoy para el aperitivo, a esa hora, blancos, claro, que hay mucha afición en el norte. Visitadlo. Comed rabas, dejaos atender por su personal, o comed un arroz. Volvereis,como yo vuelvo.
Hoy, para comer, debemos darle las gracias a Abraham García, y su receta de jabalí salteado con hongos. Tenía un lomo de jabalí, cazado por mí, y hemos preparado en casa de mis cuñados un manjar.
Os lo quiero mostrar, pero, por algún motivo, no puedo subir fotos hoy, ya lo haré.
¿El regreso a Madrid?Con menos tráfico del habitual (bastante menos ), y un poco de nieve, insisto, un poco,  entre Reinosa y Aguilar de Campoo.No os fieis de las leyendas, pero llevad cadenas y neumáticos en buen estado y viajad.