domingo, 30 de diciembre de 2012

Comer en la bahía de Arcachon

Puede parecer evidente. Ostras. Excelentes, frescas, baratas, en diferentes tamaños, diferentes tipos. Pero no sólo. Pescado, excelente, mejillones, carne, vacuno, cerdo, aves(estamos junto a las Landas y sus patos, ocas, capones...) embutidos y especialidades vascas, no olvidemos que Aquitania deriva de Vasconia, en resumen mucho y bueno. Algunas recomendaciones:
L´Escale, en Cap Ferret.
En Cap Ferret, L´Escale (www.lescale-restaurant.com ), clásico, de ambiente marinero, distendido, junto al agua de la bahía y los criaderos de ostras. Pescado, ostras, tapas españolas, como unos excelentes chipirones y rabas. Típico el múgil de la bahía, pero, frito entero en el plato, da cierto reparo al verlo. Buena carne, vino a copas, como en toda la zona, buena elección para servirlos. No es barato, pero la zona no lo es. Como opción, la bodega de Marcel, en su costado, raciones, tapas, vinitos o cervezas en la terraza, no en diciembre, que aunque estuviera abierta, no apetece, aviso.

Los criaderos de ostras y un barco para su cultivo.
 
Adosado, en el mismo edificio, hacia el cabo, Pinasse Cafe (www.pinassecafe.com ) Del mismo estilo, algo más refinado en su decoración, mismo tipo de comida, Tiene tienda de recuerdos, tazas, botellas, vasos y esas cosas que apetecen comprar todas. Excelente. Se encuentran en el muelle, por lo que se puede llegar en barco desde Arcachon, en la línea regular o en el tuyo propio (para eso hay que tener barco, claro, lo que suele ser menos común), llamando para reservar amarre.



Hay infinidad de pequeños restaurantes, brasseries, locales para comer ostras, etc, en todo el cabo, en la Vigne, le Canon y todos los pequeños enclaves hasta Lége.

En Arcachon, como ciudad de veraneo, hay de todo y en abundancia, desde sandwicherias como El Bocadillo, brasseries, pizzerias, si se las puede llamr así, porque sirven de todo y excelente, baratas y no tanto. De estos restaurantes destacaría dos: La Vila Roma, en el bulevar de la playa, 161. Magnífica relación precio-calidad, gran variedad de comida, de muy buena factura y personal agradable.
Le Bassano, en el 18 del bulevar de la playa, en el barrio de L´Aiguillon,en  la ciudad de otoño, junto al hotel Le Nautic, a un paso de la marina. Un lugar curioso, ecléctico, italo francés, buena carne, maravillosas pizzas, steak tartar, muy agradable.
En otro estilo, Au Bureau, una brasserie, franquicia de una cadena, tipo pub inglés, en el 25 de la avenida Gambetta, buena decoración, personal impecable, comida buena y abundante, carnes, hamburguesas, ensaladas, selección de cervezas, incluso recomiendan un maridaje de cervezas con los platos. Se puede tomar una copa y ver rugby, otra de las aficiones de la bahía.
Lo mejor, para mí, al final. Chez Pierre (www.cafedelaplage.com ) Frente a la bahía, bajo el casino y el centro de convenciones, exquisitos marisco, incluyendo las sempiternas ostras, entecotes de lujo, postres fabulosos, servicio impecable. Se paga, pero lo vale.
Al lado, a escasos metros, Chez Diego,(www.diegoplage.com), rivales y vecinos, con las mismas características.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Algunas fotos de Cap Ferret

El puerto de la Vigne. Ideal.
Las mareas, en Diciembre, de más de cuatro metros.
Podría acostumbrarme.
 

Cuaderno de bitácora. Arcachon. (4)

Despues del ladrillo de la anterior entrada, de haber llegado y gracias a una naturaleza que me hace disfrutar de los viajes, relajado, paseamos por Arcachon, con cierto fresquito, hay que decirlo, que me despejó y cenamos.

Mapa de la bahía. Playa de Arcachon.
Llegaremos a los restaurantes más adelante, ya hablaremos de ellos.
Un sueño reparador, un buen desayuno y en disposición de descubrir el Cap Ferret.Para ello desandamos el camino que circunda la bahía de Arcachon hasta Lége, pasando por varias de las villas ostrícolas que han hecho famoso al lugar.
De hecho, el cultivo de ostras está en absolutamente todo el recorrido, presente, más que presente. Te   invade, te posee, en cada   rincón, una cabaña con un rótulo atrayente, es una invitación a degustar, a llevarte algunas de las mejores ostras del mundo. En Gujan-Mestras, existe un centro no sólo de producción, si no de interpretación del cultivo. Es la capital de las ostras en el planeta ostra.
Llaman la atención los inmensos ayuntamientos y las imponentes iglesias que jalonan el camino, pues se debe atravesar todas las poblaciones, no siempre con facilidad. Hay tráfico, y la gente, mucha en bicicleta, se dirige a su trabajo, al colegio...A tres bajo cero, con una helada de asustar, los campos blancos y las aves acuáticas intentando meterse en los riachuelos del parque natural de las Landas de Gascuña.
Faro de Cap Ferret.
Al cabo de algo más de una hora, llegamos al final del cabo Ferret, nuestro destino, desde el que queríamos ir regresando sin prisa para ver el paisaje. Llegamos al faro y queríamos morir, o no salir del coche. Nunca he pasado un frío semejante a la orilla del mar, pero el día era claro y apetecía caminar.Visitamos las playas y el pueblo de pescadores de ostras, al que no se puede acceder en coche, muy prudentemente, sus habitantes no son una atracción turística.
Es difícil describir la sensación que me acompañó desde ese momento hasta el fin del viaje. No se puede describir. De un país limpio, ordenado, donde no hay un papel en el suelo, una pintada, una caca de perro, donde las viejecitas van a la compra en su bicicleta con cestito y llevan flores para su casa.Se percibe el dinero y lo que le acompaña, en toda la bahía, e incluso dentro de los diferentes estamentos, pero se ve una buena posición económica; de hecho, casas de veraneo en el Cap rondan en verano los 5000 € semanales de alquiler o más de dos millones si las queremos comprar. No es barato, pero me da en la nariz que lo vale.


sábado, 15 de diciembre de 2012

Cuaderno de bitácora. Arcachon (3).

Una vez más, me reitero. Si puedo viajar en coche, odio el avión. No me malinterpreteis, me gusta volar, la sensación del  despegue y del aterrizaje, pero las actuales limitaciones y normas de seguridad, me hartan.
Al aeropuerto hay que ir corriendo, para estar más tiempo sin hacer nada.
O sacas en casa tu propia tarjeta de embarque, o lo haces con una máquina, lo próximo, supongo, será que te factures tú mismo el equipaje y que lo subas a bordo de la bodega. Tiempo de recortes cuando nos han vendido previamente la comodidad de volar, pero no se puede volar tan barato, es evidente, ni puede haber tantas y tantas compañías aereas, no puede haber destinos y aeropuertos tan cercanos. Aquellos polvos trajeron estos lodos, y así nos vemos.
Llegar a la terminal 4 del aeropuerto de Madrid es fácil, pero ir en autobús y metro, me ha costado lo que un taxi, ya que el metro tiene un sobre precio, si no tienes abono transporte, de tres euros. Un robo manifiesto. Y menos cómodo que un taxi, debo decirlo.
Una vez acarreadas las maletas, saco mis propias tarjetas de embarque y facturo, con el tiempo de las normas actuales, hay destinos a los que puedes llegar andando.
Una vez pasado el control, medio en pelotas, sin cinturón, cacheado como un delincuente, me asalta la duda de si un terrorista pasa por esos controles o procura volar aviones por otros medios.
Paseas por entre las tiendas de duty free, sin interés, y buscas algún sitio para comer, más para pasar el tiempo que por hambre y elijo algo malo, pero conocido, un McDonalds. Todo está lleno y huele mal. Antaño, los aeropuertos estaban llenos de glamour, de gentes elegantes que viajaban con traje y corbata, las damas llevaban pamela, las azafatas eran hijas de buena familia y los abuelos llevaban a los nietos a ver los aviones los sábados por la tarde cuando hacía bueno, desde la terraza descubierta del viejo Barajas, mientras tomaban un café.
Ahora, llevas horas volando en una conexión, horas metido en un aeropuerto, esperando, caminando, abrigado, si es invierno, pese a la cafacción con temperatura de geriátrico que suele haber en todos, con chandal, o forros polares, que seguramente sean necesarios en tu origen o tu destino, pero son incongruentes en un edificio cerrado a más de veinte grados. Supongo que el hacinamiento, la despersonalización y el olor corporal, son peajes que debemos pagar en aras de los vuelos baratos de un mundo moderno. O no.
La gente tiene cara de aburrimiento, ojea revistas en las tiendas, mira con mirada perdida a través de los enormes cristales a los aviones y a la actividad frenética que se desarrolla en las pistas, como en un enorme juego; un cochecito, un cisterna, un carricoche con maletas...
Al fin, una vez averiguada la puerta de embarque, de cruzarme con Arturo Pérez-Reverte, de caminar como un condenado, llamaron al pasaje y, por fin, tras más de dos horas, veo la posibilidad de subirme a un avión como un hecho real. Antes, hay que subir a un autobusito de esos que te revelan que tu avión está cerca de su destino final y que te queda otro rato antes de subir en él. Así ocurre. Otro ratito de espera, un paseo panorámico hasta el avión y por fin, veo algo blanco con alas con muchas papeletas de llevarme dentro, desde cerca.Y, albricias, subo, y me siento, en uno de los cada vez menores y menos cómodos asientos de la clase turista, en este caso en un Canadair, un buen y pequeño avión de Air Nostrum, que es quien opera el vuelo, pero con código de Iberia, de American Airlines, y de no sé quien más.Es el único vuelo directo Madrid- Burdeos, así que he tenido que esperar hasta las cinco de la tarde y pasar el día en Barajas, pero es un momento en que todo lo das por bien empleado, tan cerca ves el momento de partir. Aún no. El carreteo del avión hasta la pista te pone en duda si también tiene código compartido La Sepulvedana y te llevan por carretera, pero no. Despegamos. El vuelo es rápido y cómodo y a babor, a nuestra izquierda, tras pasar eternos bancos de nubes, aparece el Atlántico, las playas de las Landas, los bosques de Aquitania, varias lagunas y la bahía de Arcachon, como en un mapa, nítidamente y al poco, la forma de media luna del Garona cruzando el centro de la ciudad de Burdeos, dibujada con sus luces, extensa y atractiva.
Aterrizamos, cogemos el coche de alquiler, un Fiat 500 negro, monísimo, en National Alamo, por cierto rápidos, hablan español y son muy amables.
Hace un frío de contarlo, llovizna, y descubro, con estupor, que la estupidez humana, no tiene límites. La mía, en concreto. He olvidado el cable del navegador, que por supuesto, muy previsor, he traído y por tanto, no he traído un puñetero mapa de Francia. ¿Para qué, llevando navegador? Lo malo es que no conozco el camino, no se ve bien debido a la lluvia, hay un tráfico para salir del aeropuerto de Merignac como si mereciera la pena haber estado allí y todo el suroeste francés se hubiera concentrado en sus pistas y saliera a la vez.
De pronto, veo un cartel de carretera que indica el camino a Cap Ferret. Dado que era el destino original, de hecho, es parte del destino y que está al lado de Arcachon, tomo ese camino.El tráfico sigue denso, bastante, pero mi experiencia en las carreteras de Francia, es que no te pierdes.En las carreteras. Cuando tomas una carretera equivocada, como es mi caso, que , en efecto, lleva a Cap Ferret, pero directamente y atravesando todos los pueblos de la bahía, llega un momento en que debes reconocer la realidad. Estoy perdido. Pregunto en una tienda, preciosa, por cierto, de vinos y delicatessen varias, tan de las Landas, y me orientan, debiendo regresar parte del camino y bordear la bahía, un recorrido de más de una hora, que no disfruto como debo, voy un poco tenso al volante del 500, tarde, de noche, con algo de hielo en la carretera, que ya digo, desconozco, y, pese a ello, descubro algo de la belleza aplastante de los pueblos ribereños, dedicados a la cría de la ostra, al turismo, y, a lo que parece, a vivir bastante bien.
Por fin , la entrada a Arcachon, un letrero con el nombre del hotel, y de repente, el hotel mismo. Ahora, por fin, respiraba tranquilo y puedo empezar a disfrutar de verdad del viaje.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Lisboa. La Baixa. (2)

Las principales vías de la baixa son la rua Augusta, la que nace en el arco triunfal del terreiro do paço y llega hasta el rossio (la plaza de D. Pedro IV ) y la rua Aurea, o rua de ouro, así llamada por que los joyeros, plateros, orfebres y relojeros de Lisboa, se encontraban allí, incluso hoy en día hay joyerías antiguas, pero menos, que surge de un lateral de la plaza do comercio y lleva igualmente hasta el rossio, en realidad. la longitud de la baixa.

El elevador de Santa Justa.
Hoy, pese a los edificios magníficos, apoyados sobre pilotes de madera para evitar los terremotos, la zona ha venido a menos. Aún conserva comercio tradicional y en la rua Aurea, las centrales de varios bancos, entre los que destacaría el edificio del Santander Totta, antes Totta & Açores, de gran belleza y extraordinaria factura. En la acera contraria, a la izquierda subiendo desde el río, nos encontramos con el elevador de Santa Justa, que une la baixa con el barrio alto. Hoy, esta mole metálica neogótica, es bastante innecesaria, pero salvar el desnivel entre ambas partes de Lisboa, fue imprescindible. El ingeniero Raoul Mesnier de Ponsard, según algunas fuentes, discípulo de Eiffel, aunque otras no le encuentran relación, fueel responsable de la obra, que se inaguró en 1902, con motores a vapor, luego sustituídos por motores eléctricos. En la actualidad, es apenas una atracción turística, pero debió ser tremendamente útil. El resto de elevadores de la ciudad, son tranvías funiculares, no ascensores. Ya llegaremos.

Rua Augusta.
 
A pesar del ya comentado declive comercial de la zona, sigue siendo de gran ambiente de tiendas y paseantes, algunos restaurantes muy turísticos y paso obligado de viandantes. Sigue siendo escaparate de aquella época más cosmopolita de Lisboa.
Así, llegamos  al rossio, a la plaza de D. Pedro IV. Hay que mencionar que rossio es una denominación común en Portugal, las plazas mayores de las ciudades,en las que se celebraban mercados, ejecuciones públicas, corridas de toros, suelen tener el apelativo medieval de Rossio, por lo que no sólo esta lo es.
Reconstruída tambien tras el terremoto, de su antigua traza apenas se conserva el palcio de Almada, que sobrevivió, el resto es de contrucción posterior.Su suelo fue de los primeros en recibir los hoy típicos dibujos blancos y negros de la calzada portuguesa, tan bella, aunque la mayor curiosidad de la plaza es la leyenda de la estatua del que fue rey de Portugal y primer emperador de Brasil. Cuentan que el representado, no es el rey Pedro, si no el emperador Maximiliano de México.Al parecer, la estatua se encontraba de viaje entre Francia, donde se fundió y México, pero el emperador fue derrocado. Estando el barco fondeado en una escala en Lisboa, durante dicho transporte, y necesitando una estatua en la construccion de la plaza, el coste, evidentemente menor, de comprar la estaua antes que fundir otra, decidió que así se hiciera, levantando sobre la columna al emperador Maximiliano en representación de Pedro IV. ¿Verdad o leyenda?.
En el solar que dejó el palacio de la Inquisición, se levantó el teatro nacional, Dna. María II, siendo tambien de gran belleza la estación de tren de Rossio, de estilo neomanuelino y con la particularidad de tener los andenes en el primer piso. Cosas de la orografía lisboeta. Tambien hay que destacar la pastelaria suiça, de no perderse, aviso, y el café Nicola, donde Eça de Queirós, Bocage y otros poetas románticos se reunían, este último, incluso antes de suicidarse como buen poeta romántico que se precie. A pesar de la historia que atesora entre sus paredes, se ha convertido en un establecimiento tan turístico, que no termino de poderlo recomendar, pero allá cada cual.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Lisboa. La Baixa.(1)

Cuando viajas a Lisboa, quizá la zona donde más turistas puedes ver, es la Baixa. Se concentran docenas de idiomas en el área más cómoda de pasear de Lisboa, al ser plana, contrariamente a casi el resto de la ciudad de las siete colinas. También es curioso, ahora que lo pienso, que algunas de las ciudades que más me gustan, Roma, Madrid, LIsboa, estás edificadas sobre siete colinas. Eso tiene que tener explicación, seguro.
La gran entrada a la Baixa, el gran hall de Lisboa, es, sin duda, el Terreiro do Paço, el lugar donde estaba el palacio, la Plaza del Comercio. Erguiéndose frente al Tajo, hermosa, enorme, recibiendo al visitante está la plaza mayor de Lisboa, apabullante, queriendo decir, esta es la entrada, imagina las bellezas que se esconden tras el arco del triunfo que da acceso a la rua Augusta, el paseo principal y peatonal de la Baixa.

Durante las obras. Aún así, bellísima.
 
Qué gran decorado, que escenario para desembarcar en Lisboa, cuando era la capital de un gran Imperio. Luego se usó como aparcamiento y hoy, peatonal en la práctica, se usa para espectáculos, exposiciones al aire libre y desde hace poco como centro lúdico y gastronómico, habiendo abierto restaurantes, cervecerías, snacks, que quieren competir con Martinho da Arcada, el anciano restaurante bajo los soportales, en el ala norte de la plaza, donde aún se espera a Fernando Pessoa, que comió, descansó y escribió en su mesa, que todavía se encuentra vacía, por si regresa. Por cierto, como turístico está bien, pero hay varias docenas de restaurantes que recomendaría antes en Lisboa. Eso sí, visitadlo, ver historia viva, tomar un café. No comáis salvo que seáis verdaderos turistas. Luego, en el ala oriente- la derecha, mirando desde el río- visitad el cuarto de baño más sexi del mundo-ojo, se anuncia así- instalado por Renova, la marca portuguesa de papel higiénico, donde por cincuenta céntimos, además de a lo que se va a un baño público, vereis  una explosión de color, de diseño, de modernidad, exposiciones de arte, es digno de entrar.
La enorme plaza, piedra angular para el diseño de la Baixa, ocupa el lugar donde en tiempos  se erigía el palacio real, destruido, como casi toda la ciudad en el famoso terremoto del día de todos los santos de 1755, y desde ella se se diseñó la reconstrucción de la parte más cercana a la orilla del Tajo por el marqués de Pombal.
Es posible que, estando en Portugal, se tenga la sensación de que, aparte de Vasco de Gama, Pombal, Saramago y Pessoa, no han existido más portugueses. Aviso, no es cierto.
Pombal, el hombre que lleva Portugal a la modernidad, ordena reconstruir la ciudad y en la Baixa se experimenta con construcciones anticipadas a su tiempo, prefabricadas y ensambladas en el sitio para ganar tiempo, traídas de fuera de Lisboa y montadas alrededor de la increíble gayola pombalina, una estructura de madera inspirada en el casco de los barcos para que los edificios, aprovechando la flexibilidad natural de la madera, basculen, pero no caigan. La genial idea, con los arquitectos Carlos Mardel y Manuel de Maia al cargo, bajo la supervisión, el supervisaba TODO en Portugal, de Pombal,permiten la construcción de una ciudad moderna, ortogonal, con edificios iguales y calles que se cortan en ángulo recto, con locales comerciales en los bajos, terrazas en  el primer piso y acabados en buhardillas que hoy, aún, tres siglos después son los que vemos, salvaguardados de los terremotos por tal acierto arquitectónico y que tan característica resulta a los ojos profanos que la vemos.

La Baixa y su trazado rectilíneo. Al fondo el arco triunfal y el Tajo.